lunes, 31 de octubre de 2016

Y el séptimo día descansó


La improvisación de las autoridades del Consejo de Educación Secundaria (CES) parece acordarse nuevamente de nosotros. Comenzamos el año escuchando sobre la necesidad de que los estudiantes tengan 180 días de clase, y nos despertamos en octubre con que solo parecen importar los últimos seis.

El 5 de octubre, el CES aprobó una resolución acerca del período de finalización de cursos para Ciclo Básico. En dicha resolución se expresa que la finalización de cursos se hará, desde este año, de manera diferencial: para los estudiantes que hayan alcanzado la promoción, el curso terminará el sábado 3 de diciembre; para aquellos que no la hayan logrado, se extenderá una semana más. Textualmente, se afirma: “En casos de insuficiencia, en el período comprendido entre el 3 y el 10 de diciembre [los docentes] acompañarán la culminación de esta trayectoria de los estudiantes para alcanzar resultados satisfactorios esperados”.

Es de destacar que, cuando hablamos de “una semana más de clase”, nos referimos a una carga horaria particular de acuerdo con la asignatura y el nivel. Así, en primer año de liceo, la materia Idioma Español cuenta con cinco horas semanales, mientras que Educación Sonora y Musical cuenta con dos horas. Así que esos seis días de clase, según la asignatura, pueden quedar reducidos a un módulo de noventa minutos.

La resolución en cuestión se fundamenta expresando la necesidad de “diseñar acciones que hagan posible la permanencia de los estudiantes asociada al logro de los aprendizajes de calidad”. ¿Se puede proponer y demostrar que en los seis días finales del curso se van a producir aprendizajes de calidad? Claramente no. Y a continuación el documento del CES expresa: “Las investigaciones en torno a la temática de la repetición indican que generar estrategias tempranas tendientes a la atención de las dificultades y necesidades específicas”. Desarrollar “estrategias tempranas” que se aprueban en octubre y se deben aplicar en la última semana de clases suena un tanto contradictorio, y no parece atacar ni plantear acciones de fondo que resuelvan los altos índices de repetición ni mucho menos las dificultades de aprendizaje de los estudiantes.

Podremos coincidir o no con las ventajas de la aplicación de la repetición como instrumento pedagógico; de lo que no podemos dudar es de la necesidad de que los aprendizajes se produzcan y de que el conocimiento que se logra en el proceso sea lo más rico posible. Lo que el estudiante no aprendió durante los 174 días restantes ya no importa, tampoco importa el porqué: solo importa que llegado el 10 de diciembre pasen de curso.

Si el CES considera que el instrumento repetición es inadecuado, lo lógico sería trabajar entre todos los actores educativos y definir cuáles son los caminos a seguir, si se evalúa por año de curso o por ciclo, y cómo se aborda fundamentalmente el trabajo con los estudiantes que cumplidos los períodos establecidos no lograron la aprobación.

En la circular se establece la necesidad de que el estudiante logre las “competencias sociales, emocionales y académicas”. Se introduce un concepto importante, el de competencias, pero se lo menciona al pasar, sin ninguna fundamentación. Además, se habla de competencias “emocionales” y “sociales”, pero, ¿qué se entiende por ellas? ¿Quién las define? ¿Cómo se evalúan? ¿Se pueden desarrollar o consolidar en seis días de clase? Recién en tercera instancia aparece lo académico, lo que no es un detalle menor.

¿Cómo se combina el actual reglamento de evaluación y pasaje de grado con esta resolución? Actualmente, está prevista la realización de las llamadas actividades de cierre. Para aquellos estudiantes que alcanzaron nota de promoción en octubre, dichas actividades están orientadas a redondear la calificación de promoción; para aquellos que no han alcanzado una calificación suficiente en el año, esas actividades (que, en los hechos, muchas veces se reducen a una prueba) pueden determinar la promoción de los estudiantes que las sorteen con éxito. Ahora, a esa posibilidad, se agrega la semana de diciembre. Es decir que el estudiante que no alcanzó nota de suficiencia en el año cuenta, primero, con instancias en el mes de noviembre, y, si no alcanza, una semana en diciembre.

El actual reglamento de evaluación y pasaje de grado tiene varios puntos discutibles; para algunos es permisivo y para otros, ambiguo. Esta circular suma dudas a la forma de evaluación que propone el CES, ya de por sí difícil de llevar adelante. Esta propuesta definitivamente aleja un poco más la formación del estudiante de la evaluación.

El objetivo, una vez más, no parece ser la construcción de conocimientos ni, aunque sea, el desarrollo de las tan mentadas competencias, sino, exclusiva, mezquinamente, reducir los índices, tan feos, de fracaso escolar, que no es lo mismo que reducir el fracaso escolar.

¿Por qué no se trata de reducir el fracaso escolar? Sencillamente, ¿cuánto se puede lograr en una semana en términos de aprendizaje? ¿Cuántos y cuáles son los conocimientos que se pueden adquirir? ¿En qué medida se puede profundizar en cinco o seis días sobre contenidos ya trabajados en el curso, pero cuya aprehensión el estudiante no ha podido demostrar? ¿Se adquieren los conocimientos de un año lectivo en una semana? ¿Cuáles son las habilidades que se pueden desarrollar en esos días? Es necesario tener en cuenta que estos días de curso están destinados a estudiantes que no lograron la promoción mediante el trabajo de todo el año, con todo lo que incluye ese trabajo, como pruebas parciales, escritos, tareas domiciliarias, trabajo de clase, actividades de tipo individual, grupal o colectiva, tanto orales como escritas.

¿Cómo se siente un docente, comprometido con su trabajo, que planificó su curso en marzo, de acuerdo con los estudiantes que conoció a comienzos del año lectivo, al que en octubre le dicen que la forma de evaluación cambió y que, además de conocimientos, debe evaluar aspectos sociales y emocionales que nadie define y que probablemente si se los definiera no sabría cómo evaluar?

No podemos olvidarnos, sin embargo, más allá de la preocupación, válida, por los índices y los números, de que detrás de las estadísticas están los estudiantes, sus aprendizajes, su formación, su desarrollo personal, su futuro. Y con eso no se improvisa. Pero este Consejo de Secundaria se ha caracterizado por la improvisación, hay más de un hecho que lo demuestra; este y el tema “pareja pedagógica”, que dejamos para otra oportunidad, son dos de los casos más notorios y recientes. La imposición de formas de trabajo que no compatibilizan con la reglamentación existente ni con la formación y preocupaciones de los docentes parecen ser moneda corriente. Secundaria necesita estabilidad y respeto por el estudiante y el profesor. Pero le faltan, pero no tiene.


Ana Lía Fortunato
Javier Sellanes

domingo, 23 de octubre de 2016

¿POR QUÉ SEGUIR SIENDO DOCENTE?

Publicación realizada en la revista Lento. 8 de abril de 2016.